Sin una cultura y unos espacios creativos, más colaborativos, donde los equipos puedan ejercitar un modelo sistémico para pensar diferente, es casi imposible abordar una transformación con resultados sorprendentes.
Tal y como han venido desarrollando las compañías más relevantes de los últimos años, los entornos y espacios creativos, emblema de un nuevo modelo de oficinas, facilitan un mayor contacto y una mejor colaboración entre los equipos.
Muchas de las ideas, innovaciones y mejoras en los procesos de negocio de compañías como Google, Apple o Samsung, nacen en estos entornos y contextos profundamente creativos.
La nueva economía se nutre de la creatividad y de la imaginación que fluyen en este tipo de contextos.
En muchas organizaciones, de forma particular en aquellas que se resisten a dar un salto cualitativo en sus ambientes de trabajo, las personas permanecen muchas horas en espacios cerrados, aislados o despersonalizados. Las salas de reuniones son frías y no disponen de los recursos necesarios para la inspiración, aunque sean bonitas y sean emblemas de diseño.
El compromiso con la creatividad exige a las organizaciones un giro estratégico en sus entornos, en sus espacios, para lo que deben favorecer contextos más dinámicos, más abiertos, más humanos, donde los equipos puedan compartir ideas, reflexiones y ejerciten el espíritu para pensar diferente.
Crear el clima adecuado para que esto se produzca es esencial en el proceso transformador.
El principal objetivo de la gestión del talento, sobre todo cuando se realiza con inteligencia económica, es poner a disposición de las personas los recursos y los contextos que les faciliten desplegar todas sus energías creativas para diseñar y producir innovaciones realmente disruptivas
Además, cuando se alcanza un alto grado de diversidad funcional y el espíritu para pensar diferente se convierte en un hábito para el diseño estratégico, los clientes son los primeros beneficiados, pues reciben productos, servicios y procesos que nacen de esta potente energía innovadora.
Pero esta energía no fluye en un vacío cultural.
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