No hay duda de que en esta era de grandes transformaciones, la única vía para tener éxito es gestionar el talento con un nuevo estilo de liderazgo: aquel que permita a los equipos afrontar retos imposibles a través de líderes capaces de inspirar a las personas a superar los límites.
Simon Sinek sostiene con certeza que, actualmente, el liderazgo se sustenta en la manipulación, mecanismos que aplicamos desde tiempos inmemoriales con clientes y empleados: precios, promociones, aspiraciones, presión social, incluso cualquier elemento que tenga que ver con el universo de la novedad, una forma poco eficaz para definir la innovación. Como él sostiene, Palos y Zanahorias, son el leitmotiv que conduce, en muchas organizaciones, la dirección de personas y clientes.
La transformación que están aplicando algunas organizaciones al liderazgo y al management se basa, precisamente, en encontrar un enfoque alternativo: inspirar en lugar de manipular para motivar a su gente a superar retos imposibles o crear experiencias que deslumbran constantemente a sus clientes.
¿Por qué las organizaciones aniquilan, de forma programada, la creatividad y la imaginación de sus equipos? Esta es una pregunta que me persigue los últimos años de mi carrera profesional. Debo reconocer que, todavía, no he conseguido resolver esta cuestión, de forma que pueda detallar las causas objetivas que impiden a las empresas crear entornos creativos y estimular el liderazgo de personas inspiradoras, incluso o de forma particular, cuando no forman parte de las estructuras directivas.
Mis observaciones me revelan alguna evidencia interesante. La uniformidad es un leitmotiv del management actual: establece un modelo de comportamiento que actúa como un antídoto eficaz frente a los cambios, las innovaciones y cualquier cosa que tenga por objetivo la transformación organizacional.
¿Te imaginas una orquesta sinfónica que solo estuviera compuesta por violines? Seguro que no. Una cosa es la armonía en la diversidad y otra, muy distinta, es la uniformidad.
Me encantan las distintas definiciones que la R.A.E. nos proporciona sobre el verbo «inspirar». Sin la «inspiración» no podríamos respirar, seríamos incapaces de vivir como seres sensibles. Nos resultaría imposible crear emociones estéticas, y no tendríamos la capacidad de comunicar ni evocar recuerdos o experiencias.
Gestionar talento exige liderar la inspiración, la creatividad, la imaginación de los equipos, de las personas. Como en el universo creado, este reto nos obliga a no condicionarla para uniformarla, sino disfrutar de la armonía de la música que cohabita en la diversidad de nuestros instrumentos: las personas.
La quinta acepción del término es muy reveladora sobre lo que debemos cambiar en nuestros modelos de liderazgo: «Dicho de Dios: Iluminar el entendimiento de alguien y mover su voluntad». Eso solo se hace inspirando, no manipulando. Si no entendemos bien esto, no entendemos el negocio.
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