El renacer de la gamificación y el poder de los nuevos gladiadores: los innofigthers
Debo reconocer que hasta hace apenas unos días, el tan renombrado concepto gamificación, un término utilizado desde hace algunos años por muchos expertos en estrategia, la gestión del cambio, la transformación y la innovación, era para mí —y puedo aseguraros que he dedicado bastante tiempo a la cuestión— una magnífica definición de lo que muchos dicen que es posible hacer pero que casi nadie se atreve a valorar como un enfoque práctico, y muy eficaz, para prender la mecha de una auténtica revolución organizativa, incluso un modelo disruptivo para la innovación.
Fue tras la magnífica presentación de Daniel Vecino, autor de El Plan del Héroe, una excelente estrategia facilitadora para trazar, como el propio modelo afirma, un camino gamificado y lean en busca de tu estrategia ganadora. Compartíamos juntos la invitación que habíamos recibido de Amanda Palazón, CEO de iMm Instituto de Mercadotecnia y Management, para transmitir nuestras ideas en el II Congreso Internacional de Gestión del Cambio y Transformación Digital, un evento realmente interesante que ha tenido una gran acogida y repercusión por parte de los asistentes.
Lo cierto es que uno de los ámbitos de investigación en los que estoy inmerso —disfrutando como un niño mientras escribo Transformación S.A. Cómo transformar las organizaciones más allá de los límites de lo imposible— es, precisamente, estudiar y analizar modelos metodológicos que realmente faciliten a las organizaciones adquirir las habilidades y las competencias necesarias para el proceso de transformación; de forma particular, a los retos vinculados a los desafíos digitales. A este apasionante tema dedico, desde un punto de vista práctico, la tercera parte de este nuevo proyecto editorial que espero publicar en 2016.
Como observador, me resulta fascinante descubrir nuevamente que, en la mayor parte de las ocasiones, la diversidad —una manera inteligente de integrar en la estrategia de transformación lo mejor de cada opción metodológica, competencia o habilidad— es el camino más eficaz para pasar de la teoría a la práctica, de las ideas a la acción, con sentido común y sin corsés. Y además de presentarse como una vía tremendamente atractiva, divertida y práctica para la innovación, la combinación de fuerzas siempre nos permite sacar el máximo partido de nuestros equipos y de nuestras inversiones. Al fin y al cabo, se trata de encontrar los medios —no tanto los fines— que actuarán como palancas para el cambio y la transformación.
Debo reconocer que albergaba alguna duda razonable al respecto de la gamificación como modelo universal para la innovación que pudiese ser llevado a cualquier tipo de compañía; aunque jamás lo he cuestionado como concepto. Más adecuado para una start-up, se me antojaba una quimera en organizaciones más convencionales, típicamente resistentes a experimentar con cualquier cosa que tenga que ver con los innofighters. Una visión distorsionada, una comprensión superficial, o tal vez influenciado por una literatura algo alejada de la realidad —también al contrastar mis inquietudes con muchos otros profesionales con los que he tenido la ocasión de compartir mis evidencias— me impedía alimentar la esperanza de encontrar algún modelo metodológico que fuese capaz de derribar, con cierta habilidad, las barreras psicológicas que se levantan contra la gamificación en muchos de los directivos que lideran las cumbres de nuestras organizaciones. Solo el hecho de enunciarlo me parecía una auténtica temeridad, tal vez como consecuencia de alguna experiencia negativa vivida hace unos años en primera persona. No obstante, mi neurona persistencia se despierta cada día con su encanto, susurrándome al oído aquello de «Permíteme que insista».
La transformación no es un movimiento táctico, es una revolución estratégica
Un punto de partida que hay que considerar es si los procesos de transformación son, en nuestras organizaciones, la consecuencia de un simple movimiento táctico o la ineludible metamorfosis estratégica que debemos abordar si pretendemos seguir siendo rentables e influyentes en los mercados donde desarrollamos nuestras actividades. Lamentablemente, los datos que reflejan las encuestas sobre el grado de Conciencia Digital en el sector empresarial español —y que parece ser la causa de nuestro retraso en términos de competitividad digital si nos comparamos con otras economías— apunta en una dirección más que interesante.
Quiero compartir algunos datos presentados en un interesante estudio publicado en el mes de noviembre (2015) por Territorio Creativo, en colaboración con The London School of Economics Enterprise, sobre El impacto de la digitalización en la empresa española, y que os invito a analizar cuidadosamente y al que podéis acceder en Internet gratuitamente.
Desde luego, si digitalizar nuestros negocios consiste en tener una página web, canales digitales de venta on-line y presencia en Redes Sociales —según el 45% de los encuestados— tenemos un problema, y algo no hemos comprendido bien. Pero es más preocupante cuando profundizamos en los resultados de las entrevistas realizadas a cerca de 900 directivos, en su mayoría, de medianas y grandes empresas en España. Veamos con detalle sus principales preocupaciones:
- La dirección no percibe el valor de los proyectos digitales (22%)
- No se entiende en qué consiste la Transformación Digital (19%)
- Falta de conocimiento y/o capacidades para abordar el proceso de transformación (25%)
- Se han hecho algunas propuestas, pero no han avanzado/escalado a nivel de proyecto estratégico (17%)
- Existe una cierta dificultad para trazar un Roadmap de proyecto en mi empresa (15%)
Dicho sea de paso, soy optimista por naturaleza, pero considerar la transformación digital como un mero movimiento táctico es un grave error o la consecuencia de una catarata galopante que nos nubla la visión de lo que irremediablemente debemos hacer si no queremos quedarnos fuera de juego formando parte de una movimiento de cambio imparable. Si los niveles de conciencia digital de nuestros directivos son los que reflejan esta encuesta, nos queda mucho trabajo de evangelización por hacer. ¡Hay mucha gente dispuesta a ayudar en el proceso!
Qué puede hacer la gamificación para impulsar la visión estratégica
Una de las mejores noticias que nos trae el movimiento impulsado por los transformers y los innofighters, auténticos herejes que lideran actualmente en la nueva economía, es que se está poniendo en valor la gamificación como un modelo para innovar y transformar que puede ser asumido con naturalidad para implantar en nuestras organizaciones, un potente generador de ideas y energías transformadoras. No hay que despreciar que esta herramienta, en manos de los valientes emprendedores que estén dispuestos a luchar contra las viejas reglas, pueden convertirse en una seria amenaza si sobrevive en nuestras organizaciones un desgastado modelo para la innovación basado en el viejo espejo retrovisor.
Sinceramente, creo que se abre una excelente oportunidad para todos aquellos que estén dispuestos a vencer el viejo paradigma de que «al trabajo no se viene a jugar ni a divertirse». Grave error. Sobre todo, si los que han decidido convertir su trabajo —o sus ideas— en un juego están dispuestos a reinventarlo todo y poner patas arriba nuestros viejos conceptos empresariales, esos que se resisten a adaptarse a un nuevo consumidor en un contexto donde, lo digital, tiene una relevancia cada vez mayor en todos los momentos de la verdad.
¿No es cuestión de vida o muerte? Bueno, si aplicamos los principios de la gamificación a esta cuestión, es posible que algunos imberbes caballeros —a los que algunos llaman nuevos entrantes— nos estén considerando los villanos de un sector —otros lo definen como el status quo dominante en nuestras industrias más anquilosadas— a los que hay que aniquilar a base de emboscadas ganadoras —que, en muchos casos, son las nuevas armas de la innovación más disruptiva— y amenazan con hacernos desaparecer del tablero de juego para siempre, es decir, de nuestros mercados. Dicho de otro modo, convertir nuestra organización en una momia legendaria a base de nuevas formas de hacer y de crear valor. ¡Y vaya si no hay ejemplos en la jurisprudencia corporativa!
Daniel Vecino les llama fighters. Y figthing es lo que, por medio de una aplicación práctica de la gamificación a las estrategias de transformación y a la innovación, se proponen o están haciendo en nuestros mercados estos nuevos disruptores para crear valor. También para difuminar —como si de una batalla campal se tratara— las ventajas competitivas que nos garantizaban unos pingues beneficios. No debemos olvidarlo: Amazon, Google, Facebook, Twitter, Number26, Uber y otros tantos, hace casi nada, eran start ups. Hoy, los resultados de algunas de sus divisiones, multiplican los beneficios acumulados de muchas de las más prestigiosas firmas del Ibex35, si no de todas.
Uno de los principales hallazgos de mi investigación —también de la experiencia acumulada en los últimos años— es que si el proceso de transformación se enfoca de una forma adecuada, es decir, si hemos alcanzado un alto grado de conciencia digital y somos realmente conocedores de las implicaciones que conlleva el proceso, llegados a este punto, estaremos en condiciones de iniciar la batalla que hará posible consolidar la visión de lo que aspiramos ser en nuestros mercados. También constatar su viabilidad, o si por el contrario, nos conducirá a un estrepitoso fracaso; anticipar cualquiera de estos efectos es crucial para acelerar el movimiento o pivotar hacia una nueva dirección. O, dicho de otro modo, podremos considerar si nuestro plan, nuestra visión, es una propuesta ganadora desde el minuto cero. Eso es, precisamente, lo que facilita, con un modelo tangible, El Plan del Héroe. Y lo digo como observador independiente.
No obstante, un plan es eso, un plan. Y aunque el powerpoint lo aguanta todo, una vez colocados en el punto de salida, la forma en que dirigimos, ejecutamos y alcanzamos el compromiso —me gusta más el término engagement— de los equipos que harán posible que nuestra propuesta sea un éxito, creo que nadie duda de que es un factor determinante. Intuyo que la causa de que muchas iniciativas de gamificación hayan fracasado se deba, posiblemente, a una visión borrosa o distorsionada, consecuencia de un proceso más táctico que estratégico al que suele acompañarle el abandono más absoluto de la alta dirección; también la aplicación de un modelo de gamificación ineficaz o con serias lagunas metodológicas, algo que afirmo por experiencia.
¿Qué es lo que marcará la diferencia? Por una parte, el momento en que los equipos, también los líderes, sienten el vértigo que se percibe en la zona de pánico cuando se inicia el movimiento y se lanzan a una batalla sin treguas. Por otro lado, cuando reconocemos que el auténtico desafío consiste en convertirnos en auténticos innofighters, con una misión clara y una estrategia ganadora, práctica, concreta y sencilla, que nos impulsa a convertir el desafío en un juego apasionante.
Buenas noticias y mejores perspectivas para la gamificación
Las estrategias basadas en la gamificación aparecen en el horizonte como una realidad para que los equipos adquieran hábitos y comportamientos que les motiven y les inspiren durante el proceso de transformación o de innovación. Los modelos, sea como sea, deben facilitar dos objetivos:
1) Maximizar y poner en valor el factor tiempo, el time to market, ese viejo paradigma que ahora se mide en minutos, días o semanas;
2) Monitorizar con meridiana claridad los avances, porque cada acción es medible, alcanzable a corto y medio plazo y están, como piezas de un tablero de ajedrez, a la vista de todos. En otros términos, convertir el proceso de innovación en un modelo de desarrollo estratégico sostenible en el tiempo.
Sea como sea, no deberíamos confundir la innovación —aun cuando el escenario sea borroso o exista un cierto grado de incertidumbre— con despilfarro (de tiempo y de dinero). Lo que yo defino en mi nuevo proyecto editorial como el vertedero de las ideas imposibles de monetizar. No hay que olvidar que en la nueva economía no vendemos ni productos ni servicios. Y comprendo que algunos puedan escandalizarse. Pero esta es la economía de las experiencias, de las experiencias de las personas, nuestros clientes y nuestros equipos. Y en este escenario, ha caducado cualquier modelo de desarrollo estratégico que se base en la simple satisfacción. Aquellas empresas que crean el futuro —y no deberíamos olvidarlo, son las únicas que podrán competir en la nueva economía— hacen mucho más que tratar de satisfacer clientes o robárselos a sus competidores: constante los deslumbran.
No hay que dejar nada a la improvisación, pues la resistencia al cambio y la dinámica obstaculizadora del lado oscuro de la fuerza, también los villanos a los que nos enfrentamos en nuestros mercados, que se levantan como agentes defensores del confort corporativo o de la industria, actúan como auténticos anticuerpos de una potencial epidemia que ellos mismos llaman innovación. Como muy bien afirma Daniel, son los empleados —o las industrias— plaqueta. Asimismo, se pone a prueba la voluntad de los equipos, su persistencia, su pericia para superar, con inteligencia estratégica y económica, las dificultades inherentes al proceso de cambio y de transformación. En esto, la gamificación, puede actuar como el componente vitamínico necesario para adquirir una resistencia a prueba de balas.
Un plan de acción
¿Por dónde puedes empezar? Tal vez la exploración sea un buen comienzo. Pero tratar de identificar quiénes son tus innofighters y cuáles son los guerreros que están dispuestos a encontrar el modelo de negocio que te hará desaparecer, sea la única opción posible si te tomas esto en serio. Si me permites el atrevimiento, será la mejor decisión que habrás tomado en muchos años. Créeme, ahí fuera hay miles, millones de innofighters que están trabajando en silencio sin que lo percibas. Y puede que no creas en ellos, pero no puedes ignorarlos. Al fin y al cabo, no te olvides de que John Donne, el genial metafísico y poeta inglés del siglo XVII, te dio una pista interesante. Cuando sientas, a lo lejos, el sonido del metal que trae el viento, en ese caso, no preguntes por quién doblan las campanas, puede que doblen por ti. Si llega el día, tal vez no tengas tiempo de reaccionar.
Lo mejor que puedes hacer es ponerte a trabajar. Habla con Daniel Vecino, que te cuente El Plan del Héroe, seguro que te ayuda a organizar un movimiento.
¿Inspirado? ¿Listo? Fighting!