Una combinación inteligente de talento, diseño y arquitectura
Debo reconocer que llevo bastante tiempo reflexionando sobre las causas que hacen posible que compañías como Pixar o Apple, arquitectos como Fran Gehry o Toyo Ito, o cocineros como Ferran Adrià y David Muñoz, sean capaces de inspirar, diseñar y crear productos y experiencias increíbles. La línea de investigación que mantengo en los últimos dos o tres años sobre este ámbito de las estrategias de transformación es, simplemente, tratar de descifrar cómo consiguen estos seres mortales llevar la inspiración hasta el infinito y más allá. Aunque tenía ciertas intuiciones, comienzo a consolidar algunas evidencias al respecto; pero sigo trabajando en ello.
No hay ninguna duda, detrás de todas las creaciones de estos genios hay mucho talento, trabajo duro y generosidad para compartir una visión del mundo y hacer que se convierta en realidad; lejos de ser una ilusión, les permite ganarse la vida bastante bien. Obtener un Oscar en la industria cinematográfica; alcanzar, año tras año, el reconocimiento de un mercado tremendamente competitivo y la devoción de tus clientes en cada nuevo producto; ser reconocido con un Pritzker; o que te concedan estrellas Michelín como resultado de tus creaciones, no puede ser solamente el resultado de combinar talento «individual» con la genialidad de un grupo selecto de marines, bien entrenados y obedientes, a los que transmitir órdenes precisas para que sean ejecutadas de forma mecánica. Tiene que haber necesariamente algo más que un talento singular. En cierta medida, lo que intuyo pueda ser el producto resultante de la inteligencia colectiva de una tribu tremendamente inspirada en un ambiente que lo favorece.
Posiblemente, estos reconocimientos sean solo la consecuencia de un propósito mucho más cercano a lo humano que a una genialidad proveniente de una lámpara maravillosa. Creo, además, que sus innovaciones germinan en un contexto vital más simple, asequible y cercano a cualquier persona u organización, que nada tiene que ver con un Santo Grial desbordante de un inalcanzable elixir de genialidad eterna. Mis investigaciones confirman, una vez más, que Albert Einstein tenía más razón que un santo cuando afirmaba que la creatividad es la inteligencia divirtiéndose aunque, tengo que reconocer que aún cuando la transformación es un desafío apasionante, no está exenta de momentos de extrema dificultad. Sea como sea, toda diversión, que sucede en el espacio-tiempo, es una danza de múltiples y diversas neuronas interactuando armónicamente entre el escenario de lo racional y, sobre todo, en la platea de lo emocional. He aquí la primera de mis evidencias.
Desde el mismo instante en que la curiosidad se instaló en mi cuaderno de notas e inicié el viaje para profundizar en este ámbito de las estrategias de transformación, no he parado de observar, en cada visita, en cada reunión, o en cualquier contexto de relación dentro de mi entorno profesional, cómo nuestras organizaciones construyen o habilitan estos ecosistemas para el cambio; y algún ejercicio exploratorio he podido poner en práctica en mis últimas experiencias. ¡Todo un desafío!
Por el momento, mis primeras conclusiones, fruto de estas apasionantes emboscadas, inclinan la balanza en una dirección: resulta improbable alcanzar una velocidad de crucero razonable en las estrategias de transformación si no se habilitan los ambientes organizativos donde la creatividad –innata en todas las personas– consiga desatarse, y la apertura del tarro de todas sus esencias comiencen a aplicarse, como fruto de la inspiración, a la resolución de problemas, al rediseño de productos y servicios, a la transformación de los modelos de negocio o al simple cambio de las reglas de juego de nuestros mercados; no digamos al diseño de experiencias digitales. Todos los elementos ambientales, como los ecosistemas naturales, contribuyen a establecer un hábitat «creativo» donde el cambio y las innovaciones son asumidas por las personas de una forma natural y sistémica; el que no se adapta, simplemente es consciente de su potencial y progresiva incineración.
Es curioso, pero las oficinas de algunas de las principales compañías del IBEX35 son lo menos parecido a un ecosistema donde la inspiración y la creatividad campen a sus anchas; excepciones las hay. Recuerdo que en una de mis primeras incursiones a finales de 2014, visitando con un grupo de directivos una de las sedes corporativas de una de estas grandes empresas, ante la insistencia de mi contacto por conocer mis impresiones sobre las nuevas oficinas creadas para ubicar al equipo de transformación, le aseguré que aquel ambiente me recordaba algún proyecto del pasado en el que estuve trabajando como consultor en uno de los productores avícolas de nuestra querida España: «se parece bastante a un granja de pollos» –le confesé. Este directivo, realmente preocupado por cambiar los ambientes y los espacios de trabajo, se lamentaba por el alto coste que tendría para cualquier organización crear estos ecosistemas menos convencionales sin romper la uniformidad impuesta por los estándares de la casa o sin herir la honorabilidad de algunos miembros de la vieja guardia. Yo le aseguré, con más intuición que convencimiento, que «se trata de ingresos, no de costes», pues los ecosistemas creativos que favorecen el cambio deben diseñarse con inteligencia económica para monetizar todos sus productos resultantes. Eso incluye, al mismo tiempo, todo lo relacionado con la cultura y los valores. Cuando la gente comprende la genética del cambio, los asume sin traumas, pues estos ecosistemas facilitan que el talento brille con mayor esplendor. Debo reconocer, que el comedor de directivos era un lugar ciertamente impresionante; buen ambiente y buena comida.
Al igual que sucede en la Biología, sin un entorno que favorezca el crecimiento y la evolución de las especies que conviven en estos ecosistemas, que controlan, al mismo tiempo, los factores que limitan el florecimiento del cambio, es bastante imprevisible que se obtengan avances progresivos, sistemáticos y productivos de los objetivos fijados en el contexto de la transformación. Algo que ya tuve ocasión de explicar con detalle en mi anterior reflexión sobre La genética del cambio pues, cualquier intento que obvie alguno de estos factores, puede acabar convirtiéndose en un mero lifting corporativo; cuando no, en monzones cargados de frustración y desaliento.
En un ecosistema adecuado, la creatividad pone en marcha el motor del cambio con una energía constante y renovable que provoca verdaderas mutaciones. Derriba las barreras que, como «círculos de restricción concéntricos» se levantan en el ámbito personal, social y cultural de cualquier organización. Pero, sobre todo, facilitan que nuestras empresas dejen de ser autoinmunes a los cambios y consigan aprender a adaptarse de forma natural a los mismos; observar estas evidencias en nuestros contextos de trabajo es un ejercicio de contraste realmente apasionante.
Inspiración y Creatividad, elementos vitales para la transformación
La mayor parte de los seres mortales de nuestro tiempo somos conscientes de que la creatividad está condicionada por un conjunto de elementos y factores, y que no nace en un vacío cultural, sino en contextos profundamente creativos, estimulantes y motivadores, donde la imaginación se inspira para crear cosas increíbles; y me refiero a cualquiera de las acepciones del verbo inspirar que podemos encontrar en nuestro rico diccionario de la lengua española, tanto en lo que se refiere a lo fisiológico como a lo figurativo.
No hay duda de que en la historia de la humanidad han aparecido seres extraordinarios, dotados de un talento y de una inteligencia singular. No obstante, soy de los que cree más en la dinámica de las tribus tal y como lo define el sociólogo Randall Collins pues, ciertamente, cuando el talento y la inteligencia se concentran en un mismo lugar –en un ecosistema creativo– las oportunidades de que se produzca una inspiración mutua pueden ser muy intensas y realmente disruptivas. Tal vez, esta dinámica de tribu conviviendo en armonía en un ecosistema creativo, sea uno de los principales factores del éxito de Silicon Valley, y el mayor atractivo para retener el talento en el contexto de la tecnología digital. Esta segunda evidencia es la que me resulta más interesante.
El término inspiratio es tremendamente seductor desde el punto de vista etimológico. Objeto de profundo estudio a lo largo de los siglos, hunde sus raíces en la cultura helénica pues, nada más y nada menos, nueve musas constituían las fuentes de inspiración para la creación de sus obras a poetas, músicos y pensadores; aplicado al contexto de nuestro caso de estudio, los innofigthers de nuestros tiempos modernos. La primera definición que aparece en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española sobre el término inspiración, hace referencia a la acción y efecto de inspirar o inspirarse. Otra acepción, aplicada históricamente en el contexto teológico, se refiere a la ilustración o el movimiento sobrenatural que Dios comunica a sus criaturas. Pero la inspiración es, sobre todas las cosas, el efecto de sentir el singular y eficaz «estímulo» que hace que las personas consigan «producir» espontáneamente, y como sin esfuerzo, cualquier cosa. Dicho de otro modo, el estímulo que anima la labor creadora en el arte o en la ciencia tal y como describe la RAE.
Según mi humilde opinión, la inspiración es la energía imprescindible de cualquier plan de transformación pues, constituyendo, digamos así, una mera hoja de ruta, corre el riesgo de quedar en el escaparate como un simple esqueleto al que le falta todo aquello que le proporciona una identidad particular; creo que se entiende bastante bien.
Volviendo al inicio de mi reflexión, cuanto más avanzo en mi particular viaje de exploración, más me inclino ante la capacidad del ser humano para utilizar el potencial creativo. Y su poder es evidente cuando la tecnología que utilizamos consigue superar las fronteras del conocimiento para hacernos la vida más fácil; cuando las historias se dibujan con el duende que nos toca muy adentro para hacernos llorar o reír; cuando se levantan edificios imposibles que superan los límites de la belleza en un perfecto equilibrio; o a través de las experiencias que combinan el arte y los sentidos con lo cotidiano. Me sorprende todo lo que se puede hacer con ella. Y me quedo perplejo cuando en nuestro sistema educativo y en nuestros ambientes organizativos se le cortan las alas a la inspiración y a la creatividad con la bandera de la uniformidad, o se levantan barricadas al cambio que tantas veces trae consigo. Tienen razón Sir Ken Robinson cuando asegura que «la creatividad es el proceso de tener ideas originales que crean valor». Pero, lamentablemente, en muchas de nuestras organizaciones limitamos los espacios, condicionamos el potencial creativo de las personas, y no favorecemos los ambientes donde la creatividad pueda correr como un torrente para transformar el mundo.
Inspiración y Creatividad, sin duda, son productos de la inteligencia colectiva, y constituyen elementos vitales con los que debe respirar cualquier organización si pretendemos, ciertamente, alcanzar el éxito en nuestras estrategias de transformación. Podrían parecer conceptos abstractos, pero no lo son en absoluto. Y, como siempre afirmo, se trata de personas, de personas en relación en un ecosistema donde se sienten, cada mañana, inspiradas para crear cosas imposibles. No debemos olvidar que la combinación de las energías creativas y la necesidad de rendir al más alto nivel lleva a las personas a un compromiso por la excelencia que de otra forma sería inalcanzable. Como dice Sir Ken Robinson es «la alquimia de la sinergia» que cohabita en los ecosistemas creativos. Esta tercera evidencia es la más trascendente de todas.
Espacios y emociones o el sustrato universal para la inspiración
Antes de concluir, debo contextualizar todo lo anterior en referencia a tres aspectos fundamentales de los desafíos de la transformación y la gestión del cambio en el que todos, de alguna manera, estamos inmersos. Son algunas de las principales conclusiones de mi particular proceso de investigación.
En primer lugar, nuestros equipos están obligados a adoptar nuevos enfoques y a adquirir nuevas habilidades para producir transformaciones en un contexto tecnológico, digital, conectado, que utiliza el conocimiento para mejorar la experiencia del cliente, los procesos, y nuestros modelos operacionales; la organización es y debe ser el principal ente facilitador, y no es un concepto abstracto. No debemos olvidar que las ideas surgen de las Personas. Eso quiere decir que las personas son más importantes que las ideas. Cualquier ecosistema del cambio debe estar centrado en las personas, en sus hábitos de trabajo, su talento y sus valores.
En segundo lugar, la Cultura y los Valores son fundamentales en este ecosistema. Y a veces es mejor un terremoto creativo sobre la cultura existente que un intento de limpiar el ambiente con ocasionales tormentas de verano. La transformación viene de la mano del impulso de una cultura innovadora, creativa, a la que se incorporan nuevas habilidades que potenciarán la creación de nuevas estrategias y les darán la forma deseada para sorprender al mercado monetizando su capacidad para crear valor. No obstante, es muy fácil –como he escuchado muchas veces a muchos directivos– decir que quieres gente con talento y tratar de contratarlos; no es lo esencial en la cuestión. La clave está en cómo esa gente interactúa entre sí en el ecosistema organizativo pues, encontrar a la gente adecuada y la química que hace falta para que se inspiren y creen cosas extraordinarias, es mucho más importante que tener buenas ideas.
En tercer lugar, el Liderazgo y el enfoque para la gestión del Talento en este ecosistema obliga a los líderes a transformar sus estilos de liderazgo; una de las principales resistencias que he observado en los últimos años. La principal misión de los líderes es proteger este ecosistema a toda costa y mantener la química que sostiene la tensión creativa que libera todas las energías innovadoras y transformadoras. El nuevo liderazgo se basa en esta simple regla: buscar, desarrollar y apoyar a las personas, esas mismas que encuentran vías para descubrir, desarrollar y poner en marcha buenas ideas; eso sí, siempre que se encuentren cómodos en un ecosistema organizativo donde se sientan, cada mañana, inspiradas para volar lejos. ¿O no?
Le escribía a principios de septiembre a dos buenos amigos y colegas, y reproduzco literalmente mi descarga emocional, que «una nueva cultura del cambio a través del diseño (A culture change by design) era mi próxima aventura en la transformación, pues, todos estos años de observación me han servido para comprobar que ahí fuera hay muchas personas descontentas, desmotivadas, desilusionadas, desapasionadas, insatisfechas … En su rol de clientes y, sobre todo, como empleados. Hay demasiada gente que se levanta por las mañanas y se desayuna el tedio de tener que ir a trabajar sin ninguna gana de comerse el mundo. Nuestras compañías no pueden permitirse el lujo de tener esta bacteria: si nuestra gente, lo más valioso que tenemos, no vienen a la oficina totalmente motivados y no encuentran la inspiración necesaria para aportar todo su talento, nos quedará un triste y pobre cumplimiento. Y el problema es que los clientes lo huelen. ¡Y huyen!».
Steve Jobs decía que la esencia de la gestión consiste en persuadir a la gente para que haga cosas que, realmente, no quieren hacer. En cambio, el liderazgo, se estructura sobre nuestra capacidad para inspirar a las personas a hacer cosas que nunca habrían imaginado que podrían haber hecho. He aquí lo que marca la diferencia en las estrategias de transformación. ¿O no?
Este post lo escribo, además, en homenaje a mi equipo de Transformación y Sistemas de Grupo POAS. Su dedicatoria, grabada a fuego en su regalo de despedida, me hace pensar que algo he aprendido en mi viaje por esta aventura exploratoria. Y ellos fueron una de las principales fuentes de inspiración.
Como siempre, bienvenido cualquier feedback al respecto. Si te parece interesante, simplemente, ¡Corre la voz!
Bibliografía relacionada sobre mi particular viaje de exploración
El elemento. Descubrir tu pasión lo cambia todo. Sir Ken Robinson, Debolsillo Clave, 2009.
Creatividad, S.A. Cómo llevar la inspiración hasta el infinito y más allá. Ed Catmull, Conecta, 2014.
El líder resonante crea más. El poder de la inteligencia emocional. Daniel Goleman, Debolsillo Clave, 2002.
Ganas tenía ya de volver a leer tus sabios comentarios.
Creo que puedo decir, sin temor a equivocarme, que si nosotros fuimos una fuente de inspiración para ti, tú también lo fuiste para nosotros, por lo tanto se confirma que esto va de personas, comparto totalmente este razonamiento.