Todo empezó con una vieja costumbre o la excusa de mi curiosidad despierta
Me propuse el año pasado recoger en mi cuaderno de notas cualquier definición que encontrara sobre el término «innovación». Apuntaba mis observaciones a medida que expertos y emprendedores consagrados manifestaban su visión al respecto en conferencias, artículos de opinión, o agudos comentarios que iban apareciendo en las Redes Sociales; he conseguido registrar más de cien acepciones distintas.
Quería profundizar sobre el hecho de la «innovación» y su relación con los desafíos de la gestión del cambio y las estrategias de transformación en los que muchos de nosotros estamos inmersos. Por otra parte, necesitaba comprender mejor por qué la innovación, en muchas organizaciones, es más una aspiración que una realidad. No quiero decir que nuestras empresas no programen, en mayor o menor medida, sus iniciativas o sus emboscadas innovadoras; pero, salvo excepciones, como pasa con las estrategias de transformación, se me antoja que la innovación se afronta con un enfoque más táctico que estratégico. Finalmente, teniendo en cuenta que no me cabe ninguna duda de que la cultura innovadora facilita el camino para encontrar una estrategia ganadora que impulse el cambio organizativo en los procesos de transformación, deseo encontrar, desde la perspectiva estratégica, las razones que nos impiden pasar a la acción en la mayor parte de los casos. He de reconocer que me ha resultado un ejercicio muy interesante. Y una vez terminada la síntesis de las ideas recogidas, he decidido publicar mis primeras conclusiones.
Resulta muy curioso, y casi me atrevo a vaticinar, que si consigues llegar al final de la lectura de este avance de mi análisis sobre el término innovación, acabes concluyendo que es obvio que las empresas deben asumir alguna de estas afirmaciones como algo natural. Pero me temo que nos movemos en un contexto de anhelos, ya que la corriente de aire fresco que circula por nuestro ambiente casi nunca se materializa en acción. ¿Por qué? Dicho de otro modo, a la luz de la realidad que percibo entre muchos de los colegas con los que comparto esta preocupación, sigo sin encontrar una respuesta a la cuestión: qué es lo que nos impide a la mayor parte de las organizaciones, especialmente las grandes empresas, romper con sus viejos paradigmas y por qué se preparan a conciencia para desactivar, casi de forma programada, cualquier cosa que tenga que ver con la innovación; aunque excepciones habrá, o al menos eso creo yo. ¿Barreras culturales? ¿Falta de comprensión o una conciencia superficial del Tsunami que viene con los nuevos tiempos? ¿Resistencia al cambio? ¿Falta de visión estratégica?
Os propongo mis conclusiones preliminares a partir de la síntesis de mi apasionante viaje por la esencia conceptual de la innovación.
1) Naturaleza de la innovación: la innovación, lejos de ser un concepto, es una actitud, es un estado mental, es una forma de vivir, es la energía que empuja a las personas a salir cada día de la zona de confort con un espíritu inconformista y les permite permanecer en la zona del pánico sin miedo y sin ideas preconcebidas; esa zona donde nacen, casi siempre, las mejores ideas. Este sentido de la innovación es el que nos ayuda a enfocar la resolución de problemas y nos impulsa a seguir avanzando. Además, es un espíritu que no se agota, no se muere si llega el éxito o los resultados esperados. Casi siempre, esta energía nos inspira a la acción para seguir trabajando por aquello a lo que podemos aspirar persiguiendo la excelencia aun cuando seamos excelentes.
2) Un ejercicio de lo práctico: la innovación es el fruto de la creatividad en acto, una habilidad que toda organización cuenta entre sus activos, sea o no consciente de ello. Ciertamente, cuando las personas encuentran un ecosistema adecuado que les permite poner al límite su imaginación, cuando no se castigan los errores y se premia el riesgo inherente a probar cosas nuevas, se consigue estimular en las personas la actitud que se necesita para adentrarse en lo imposible. El resultado de esta gimnasia corporativa es que los innovadores consiguen impulsar su imaginación a lugares insospechados y generan nuevas ideas que otros no son capaces de visualizar. En otras palabras, encuentran el bastidor necesario para materializarlas. Además, de forma creativa, imaginativa, desarrollan una habilidad singular —un factor determinante y muy necesario— para convencer a los escépticos y poner en práctica las ideas.
3) Danzando entre el riesgo y la incertidumbre: la innovación consiste en conseguir que nuestra gente aspire a levantarse por las mañanas y se desayune la incertidumbre de sus ideas, incluso cuando alimenta una herejía que amenaza con reinventar las reglas o romper el status quo, asumiendo, de forma natural, que todo lo que hacemos se puede mejorar, incluso cuando esas ideas impliquen ciertos riesgos, también para uno mismo.
4) Antropología de la innovación: el ser innovador exige tener activado, cada segundo de la vida, la habilidad para prestar atención a la riqueza interior y conectar las intuiciones con la observación del contexto exterior. Estimular estas competencias y habilidades facilita la obtención de un punto de vista singular sobre aquellas cosas que pueden hacerse mejor. De esta forma, ser capaces de identificar, rápidamente, qué podríamos hacer para adquirir alguna ventaja competitiva, ser más eficaces, o proporcionar la mejor experiencia posible para las personas: nuestros clientes, nuestros proveedores y nuestros empleados; también nuestros accionistas. Cuando una organización consigue poner en el centro de toda la actividad a las personas, y las mantienen alineadas con los desafíos en un sano equilibrio emocional, está antropológicamente preparada para innovar y transformarse. Dicho de otro modo, el ser innovador mueve los hilos de la gestión del cambio y de la innovación disruptiva sin traumas ni barreras predeterminadas.
5) El arte de cuestionarlo todo: la innovación es preguntarse siempre el por qué de todo; también por qué no. Es cuestionarse, casi de forma permanente, por qué no podemos cambiar las cosas o qué nos impide hacer aquello que tantas veces nos proponemos. Lo más trascendente es que el pensamiento analítico se estimula con inteligencia económica, un hecho que nos permite vislumbrar aquellas cosas que nos impiden avanzar y nos prepara para asumir con valentía el punto de partida que iniciará el movimiento de cambio. Consiste en luchar por hacer posible lo que tantas veces muchos dicen que es imposible y que no se puede hacer. Aunque cuestionar no esté de moda en muchas organizaciones, la cultura innovadora se desayuna la parálisis estratégica y pone en marcha una oleada de cambio imparable.
6) La diversidad es una auténtica piedra filosofal: la innovación es el maestría de la integración multidisciplinar para enriquecer. Para innovar es necesario sumar la visión de los más ingenuos, la sorpresa de los escépticos, la curiosidad y la experiencia de los consagrados, y las ideas y los sueños de cualquiera que respira una ambición inconformista de la vida. Incluso, nos capacita para mantener a raya en el infierno a ese consagrado defensor del confort que siempre interviene como un sutil abogado del diablo. Los líderes innovadores consiguen transmitir, con una habilidad singular, esa energía que inspira a los equipos a transformar lo que se hace de forma tradicional, facilitando que se rompan las reglas y el status quo que domina tantas veces en las organizaciones o en las industrias. Los equipos, cuando están inspirados de esta forma, no vacilan en tomar decisiones de cambio en beneficio de las personas.
7) Emociones en la economía de las experiencias: La innovación es alcanzar una estrategia de diferenciación sostenible y una habilidad estratégica para monetizar el valor de lo que nos hace diferentes en nuestros mercados o frente a nuestros competidores. En el contexto de las estrategias de transformación, es una competencia única para manejar el lenguaje en el que hablan las nuevas reglas el juego: productos, servicios y procesos que aportan ventajas para las personas en términos de experiencia, en términos de emociones. En la nueva economía todo se puede copiar. No resulta tan sencillo derribar las barreras que levantan las emociones que vienen de la mano del diseño de experiencias o de innovaciones realmente disruptivas.
8) Organizando la cultura innovadora: la innovación es una función transversal, no se pude encasillar en un grupo selecto de marines intrépidos, ni reducirse a una mera opción táctica que no traspasa la epidermis de nuestras organizaciones. Se convierte en una función transversal cuando el centro de toda la organización son las personas, y desde el primer empleado hasta el máximo ejecutivo, también los accionistas, están integrados e implicados en el proceso de innovación. Las compañías más innovadoras consiguen alcanzar sus resultados como consecuencia de implantar y promover una auténtica cultura de la innovación en toda la organización. Hay una tesis muy interesante sobre la teoría del caos de la innovación, pero lo dejo para otra ocasión.
9) Los ecosistemas innovadores son abiertos: la innovación es la capacidad de una organización para permanecer con los oídos atentos y los ojos bien abiertos a cualquier idea que pueda aparecer en la cultura innovadora, dentro o fuera del ámbito corporativo. No hay duda de que todas las compañías aspiran a crear los medios y los espacios que faciliten que las ideas puedan ser aplicadas rápidamente. Pero no todas dan el salto a transformar sus viejas granjas de mesas y sillas, todas en fila india, en auténticos entornos de colaboración y en espacios abiertos y creativos. Cuando la cultura innovadora se instala en las organizaciones, los contextos actúan, como los ecosistemas naturales, como fuentes de inspiración donde las personas comparten su visión del mundo y aprovechan, de forma flexible, los mecanismos y los medios que hagan posible que sus ideas no mueran en el vacío cultural, sino que se traduzcan en acciones.
10) Se trata de personas, de personas en relación: las empresas innovadoras ven a sus empleados como una fuente de inspiración constante, y establecen mecanismos para aprovechar su talento, su conocimiento y su creatividad en un ambiente abierto y colaborativo. Además, lo reconocen y lo premian. Si este nivel del ser innovación se alcanza, cada encuentro entre las personas se traduce en ideas para mejorar los procesos, para crear y diseñar mejores experiencias para los clientes, o para desarrollar nuevos productos o servicios. Por otra parte, este tipo de entornos de colaboración van más allá de los límites o las fronteras organizativas, porque se crea la necesidad de estar cerca de los ambientes innovadores y emprendedores, incluso cuando formen parte de entornos industriales distintos al nuestro. El simple hecho de compartir información y observar las dificultades de otras industrias, es una fuente de inspiración que estimula una actitud para pensar diferente: con un enfoque adecuado, se aprenden nuevas formas de ver y aplicar la innovación a nuestros contextos.
Perspectivas para los nuevos tiempos
Sea como sea, hay un hilo conductor común en todas las afirmaciones registradas: la innovación es una condición necesaria para que las empresas se adapten al contexto del cliente conectado, social y digital a medida que va consolidándose la nueva economía. Desde la perspectiva estratégica, más que una premisa o una aspiración, la innovación debe ser la energía que mueva el corazón de nuestras organizaciones y, como consecuencia, proporcionar el aliento necesario a las personas que la forman en la búsqueda de nuevas ventajas competitivas. Cuando se consigue impulsar una auténtica cultura transformadora, la innovación, de forma natural, se asienta en el modus operandi de nuestras empresas.
Sigo pensando que más que de innovación se trata de innovadores, de innofighters, una nueva generación de gladiadores que deben luchar contra las guardias pretorianas defensoras del confort y de las más arraigadas tradiciones que cohabitan en nuestras empresas; pienso en las industrias más consolidadas como la banca, los servicios financieros o el consumo de masas. Como afirmaba en una de mis últimas publicaciones, hay cientos, miles de nuevos innofigthers que están por todas partes, y es posible que no creamos en ellos, pero ignorarlos nos puede costar muy caro.
¿O no?
Para más información, no dudes en consultar: La importancia de la visión en la gestión del cambio y la transformación digital, mi conferencia en el II Congreso de Gestión del Cambio y la Transformación Digital, 25 de noviembre de 2015.